Festival da Luz

Siempre hablamos con envidia que en otros territorios los cocineros están mucho más unidos y miran más por dar a conocer su gastronomía a pesar de sus diferencias personales. Bien, pues tenemos, por fin, una generación de cocineros asturiana (ojo, que los más conocidos ya llevan un tiempo haciéndolo) que vino para cambiar las cosas, no solo en su nueva visión de la cocina, sino también en la forma de comunicarla. Y eso, queramos o no, es indispensable hoy en día. 


A 22 Manes hizo mucho por ello, un espacio donde muchos cocineros se conocieron por primera vez, y a partir de ahí comenzaron a surgir eventos en común y a forjarse alianzas, cordialidad y, en la mayoría de los casos, amistad. Se demostró que las cosas siempre funcionan mejor en equipo, y que cuando todo el mundo aporta, sale mejor. Y que, además, se puede hacer sin perder la identidad de cada uno, porque la visión que cada uno tiene de la cocina, y por tanto del mundo, es complementaria.


Tras la colaboración en los eventos de A 22 Manes con Mahou, surgió la posibilidad de que 4 cocineros acudieran como invitados al Festival da Luz organizado en Boimorto (A Coruña) por Luz Casal. Un festival benéfico, en una ambiente completamente rural, que mezcla música, ecologismo (aunque sigan usando vasos de plástico), mercao local y, también, gastronomía.


Una gastronomía donde, evidentemente, predominan los cocineros gallegos de casa, pero que poco a poco se va abriendo a Asturies. El año pasao solamente acudió como invitao Mariano Mier, de El Quinto Sabores, pero este año se le unieron, además, otros tres. Y qué tres: Borja Alcázar del Abrelatas, Luis Menéndez de A Catar y Carlos Gallego de Los Llaureles.


Cada uno con su estilo, Borja hablando de Sariegu, su güelu de 92 años y la cocina de su madre, Luis de su nuevo cambio de local a Umami mientras te hacía unos buñuelos de infarto, Mariano con esa sonrisa permantente hablando de sus viajes por el mundo aplicados a su cocina, y Carlos mezclando Asia con Cuba y Gamonéu. Todos con el local a reventar con más de 100 personas (los pinchos se quedaron pequeños), con mucha complicidad entre el público y el resto de cocineros; y ejerciendo de embajadores de la gastronomía asturiana.


Todo un orgullo que indica el camino a seguir, incluso para los futuros festivales que se hagan en Asturies.


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